Frases de cajón que no debes decir a alguien que sufre
- Mónica Alba
- 4 may 2018
- 5 Min. de lectura
He escrito en varias ocasiones que el dolor es el común denominador que nos permite conectarnos con otros seres humanos y con Dios. Una vez que has vivido una situación crítica, tu forma de pensar, actuar y hablar cambia radicalmente, la perspectiva que tenías de la vida no vuelve a ser la misma.
Así que sé muy bien que no hablo algo con lo cual no te puedas identificar, sé que tú también has tenido que vivir en tu corta o larga vida alguna crisis: financiera, familiar, en la salud ó si hasta el momento has sido afortunado de no pasar por ninguna de las anteriores, sí que has tenido un amigo o familiar cercano que ha sufrido.
Hoy quiero unir mi voz (mi historia) a las millones de historias allí afuera que también están marcadas por el dolor, el sufrimiento, la tristeza y el sin fin de emociones que pueden vivirse mientras se pasa una situación difícil, sea cuál sea su nombre: cáncer, enfermedad terminal, pérdida de un empleo, divorcio, ruptura emocional, depresión, pérdida del sentido de la vida, frustración de sueños, pérdida de un ser amado, y me quedo muy corta en la lista.
A todos aquellos que hemos pasado por alguna de estas situaciones ( estoy un 110% segura) nos han dicho frases o palabras (tal vez con la mejor de las intenciones) que en lugar de ayudarnos ó subir nuestro ánimo producen el efecto contrario: nos hacen sentir culpables, nos hacen enojarnos con Dios, nos hacen perder nuestra fé, nos hacen decidir no querer hablar con nadie, porque simplemente todas las respuestas que dan nuestros amigos y la sociedad ante el sufrimiento y dolor son vacías, huecas, son frases de cajón que no sirven!.
Si hemos aprendido a convivir en sociedad, ¿Por qué entonces no aprendemos a conmorir en sociedad?, es decir, tener empatía por el sufrimiento de los demás. Lamentablemente, esto es algo que nadie nos enseña, el dolor, entre menos público sea, mejor; somos una sociedad que no sabe qué hacer con las lágrimas del otro, hemos aprendido a decir rápidamente: no llores!, levántate rápido, el mundo tiene que seguir. Nos hemos convertido en seudo- comunidades: abandonamos en medio del dolor y queremos “arreglar” al que sufre para que “deje” de sufrir; en lugar de ser tutores del dolor: acompañar en el dolor.
Así que me he dado a la tarea de hacer una lista de cosas que NO deberíamos decir, de las frases de cajón que podemos ahorrarnos el día que queramos dar consuelo a alguien y no pasemos como analfabetas emocionales (yo también lo fui)
1. Dios le dá a sus mejores guerreros las más grandes batallas, ésta la escuché muchas veces cuando luchábamos contra el cáncer de Dani, y nosotros nos preguntábamos ¿enserio?, ¿Qué teníamos de especiales como para tener que pasar por tanto dolor y sufrimiento?, me hizo cuestionar a Dios y decirle ¿en qué estabas pensando cuando se te ocurrió que nosotros podíamos soportar tan difícil situación?.
Como ven, esta frase en lugar de acercar a la persona a Dios, la aleja, le hace querer nunca haber sido uno de los mejores guerreros, y haber tenido la dicha de vivir una vida más tranquila, clava de frente la sugerencia que mereces ya sea por bien o por mal, el sufrimiento que vives. Y deja vagando en su alma una pregunta sin respuesta ¿Qué hice para merecer esto?
No imagino a un Dios que “le envía” una enfermedad a una persona determinada por un motivo específico. No creo en un Dios que tenga que distribuir una cuota semanal de tumores malignos, y consulta su computadora, para averiguar quién se merece uno o quién podría soportarlo mejor.
Así que saca de una vez esta frase monstruosa de tu lenguaje ó si algún día quieres aplicarla, hazlo contigo mismo.
2. Lo mejor está por venir o confiando en Dios todo va a estar bien: ¿Y si no?, que tal si lo que está por venir para una persona enferma, no es su sanidad, sino su muerte. Quienes somos para generar en otros, una ilusión o una promesa que no estamos en la capacidad de cumplir, simplemente porque no es nuestro trabajo. Nadie aquí en esta tierra, conoce el futuro ni de sí mismo, ni de nadie, entonces no podemos asegurar que lo mejor está por venir.
3. Dios tiene un propósito con esta situación: Dile esto a un padre que acaba de perder a su hijo en un accidente automovilístico trágico. ¿Enserio Dios tiene un propósito en que su hijo muriera de esa forma?, lo que podemos generar con este tipo de comentarios es ira contra Dios, porque lo que la persona que está sufriendo entiende, es Dios es un dios perverso, le hace pensar que entonces tal vez su hijo “merecía” morir de la forma en que murió.
Dile esto a la persona que debe someterse a quimioterapias, a quien pierde un miembro de su cuerpo, a quien pierde un ser amado, a quien pierde su empleo y no tiene como pagar las obligaciones del hogar, a quien pierde su independencia a causa de una enfermedad terminal.
Esta frase no solo no dá respuesta alguna, sino que tampoco valida el dolor y sufrimiento de una persona, es decir, por más alto o más grande que sea el “dichoso” propósito, no es lo suficientemente valioso como para perderlo todo (salud, bienestar, amor, tranquilidad, estabilidad).
Una persona que sufre no necesita lecciones de teología magistrales, necesita empatía y compasión, necesita una mano dispuesta a ayudar y no una boca que no para de hablar.
4. Ésta es (era) la voluntad de Dios, creo que esta frase es una de las maneras más frecuentes y comunes en las que usamos en vano el nombre de Dios. La ponemos como título a cualquier situación
Un terremoto que acaba con millones de vidas: es la voluntad de Dios
Un hombre o mujer que es diagnosticado con cáncer: es la voluntad de Dios
Un hombre que milagrosamente se salva en un accidente de trabajo: es la voluntad de Dios
En hospitales orando por enfermos: es la voluntad de Dios que se sanen
Cuando la persona por la cual oraron para que se sanara, muere, es la voluntad de Dios ó así es la voluntad de Dios
(ponga usted mismo su ejemplo)
¿Y qué tal si en todo lo anteriormente mencionado, Dios no ha estado?, ¿En qué momento involucramos a Dios, en cuestiones que suceden por azar como los desastres naturales ó la enfermedad de una persona?, ¿En qué momento decimos ser la voz de Dios para alguien, cuando Él no nos ha enviado a decir nada?, lo hacemos por emocionalismo y por querer “ayudar” a alguien, sólo no nos damos cuenta, que es más grande el daño que provocamos que otra cosa, ¿qué pasa entonces con las oraciones y promesas que le has hecho a un enfermo de que “sanaría”, cuando finalmente muere?, quedas como un mentiroso (aunque buenas hayan sido tus intenciones) y sus familiares quedan llenos de frustración que difícilmente lograrán superar.
No por ser ligero en las palabras que damos a alguien que necesita consuelo, realmente estamos ayudando. Así que espero, la próxima vez que tengamos a alguien cercano pasando por una situación difícil, recordemos estas frases de cajón que realmente no sirven en nada, aprendamos a ser más prudentes con la boca, y más prontos con nuestras manos. Aprendamos a conmorir en sociedad y seamos menos analfabetas emocionales.
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