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Dejémos de dar la espalda!

  • Foto del escritor: Moni Alba
    Moni Alba
  • 13 sept 2020
  • 7 Min. de lectura




Retorno a escribir, a poner en letras mi corazón abierto para ustedes. Hace tiempo quería hacerlo, pero no encontraba las palabras o a veces el tiempo. La vida ahora es distinta para mí, distinta en el mejor sentido que puedan imaginar, pero llegar a este punto me ha tomado mucho tiempo, la vida no es de momentos sino de procesos. ¡Cuánto quisiéramos que todo fuera rápido!, que no existieran procesos para sanar, crecer, madurar…sino que por arte de magia se lograra convertir una lágrima en sonrisa. No quiero decir que ya esté al otro lado del camino, con todas mis heridas sanadas, sigo en mi proceso, pero ahora me siento libre de contar otra parte de mi historia, porque he entendido que el silencio muchas veces nos roba la oportunidad de darle voz a otros que lo necesitan.


Si mi voz tímida y firme, en medio de una sociedad ruidosa que quiere invisibilizar el dolor, se convierte en la melodía que lleve a otros esperanza, seguiré escribiendo hasta que seamos muchos dándonos el permiso de expresar lo que realmente somos y sentimos. Nos han enseñado desde pequeños a mostrar y celebrar nuestros logros (incluso nos premian por todo lo bueno), y con esto surge dentro de mí una pregunta que ruge y arde diciendo ¿por qué no hacer lo mismo con el dolor?, es decir, ¿por qué no mostrarnos vulnerables?, ¿por qué no hacer visible también nuestro sufrimiento?. Creer que estamos solos cuando sufrimos, es algo que nadie en este lado del cielo debería sentir, nadie debería ser reprimido cuando llora o cuando expresa lo que realmente siente. Somos un mundo que no sabe qué hacer con las lágrimas del otro, hacemos cualquier cosa para “reparar” al que sufre, como si fuera un pecado sentir, cuando en realidad quien lleva una carga muy pesada sobre sus hombros, lo único que necesita es sentir la libertad de hablar y ser escuchado, sin recibir a cambio un dedo que juzgue.


Así que hoy voy a abrir las páginas de mi corazón para contarles la historia de mi vida después de la muerte de Dani, ya han pasado 3 años y 3 meses; a veces siento que es demasiado tiempo, como si fueran siglos y otras veces siento que fue ayer, así es el tiempo, siempre relativo.


Mi vida a los meses de la muerte de Dani, se fue sumiendo en una tristeza aparentemente normal y justificable por la pérdida y con los días se fueron sumando más cosas… ya no me daban ganas de bañarme o arreglarme (¿para qué, para quién?), no quería hacer nada, inventaba mil excusas para evadir cualquier compromiso (de pronto tu fuiste uno de esos a los que les inventé mil excusas, perdón!) y si por alguna extraña razón decidía verme con mis amigas, sabía que esa salida me iba a costar mínimo 3 días en la cama exhausta y arrepentida por “disfrutar” de la vida, perdí el interés por todo, todo me daba igual, la vida ya no tenía sentido, todas las noches le decía Dios que no quería abrir los ojos en la mañana (me quería morir), así que despertar y saberme viva se convirtió en un reclamo a Dios por no haberme permitido morir durante la noche.


Yo ya había vivido todo lo que una joven de mi edad hubiera podido soñar….. estudié y ejercí mi profesión, me enamoré y me casé con un hombre de Dios, fui plena, dichosa y muy amada, ¿qué más tenía yo por hacer aquí? Nada!! No había ni una pequeña razón por la cual yo quisiera seguir viviendo, y así me fui acostumbrando a “vivir”, también dejé de dormir, porque era en las noches cuando me daba el permiso de llorar todo lo que en el día había reprimido, solo por evitar escuchar las mismas frases de siempre: no llores, si no dejas de llorar Dani no descansará en paz, no eres ni la primera ni la última viuda del universo así que hay que seguir la vida!

Lo que muchos no saben es que cuando alguien que amas se vá para siempre, tu vida se detiene, tu reloj se congela, pero el del resto del mundo sigue igual, y tu no entiendes por qué no puedes seguir o por qué los demás no entienden que en realidad todo, todo en tu vida no volverá a ser igual y que se requiere de tiempo, tiempo para asimilar la ausencia y tiempo para sanar.


No, esto no ocurre de la noche a la mañana, a mí me ha tomado cada segundo de estos tres años y tres meses y como resultado de esa tristeza prolongada durante 9 meses después de la muerte de Dani, mi cuerpo empezó a hablar todo lo que reprimí, empecé a tener migrañas que cada día eran más fuertes, hemorragias, alergias, llegué a pesar 33 kilos, lo paradójico es que todos los exámenes que me hacían salían perfectos como si no tuviera nada, pero en realidad me sentía muy enferma.


Fue en ese momento que conocí a un terapeuta y un psiquiatra que literal, salvaron mi vida. Sí estaba enferma!, mi cerebro enfermó y fui diagnosticada con depresión mayor. Depresión es una enfermedad mental que se da porque el cerebro no puede recaptar la serotonina, que es un neurotransmisor que entre muchas funciones nos ayuda a regular de forma natural nuestro estado de ánimo. Ahí estaba la respuesta de todo lo que me estaba pasando física y emocionalmente. Así como cuando sufres de gastritis y te recetan omeprazol o como cuando tienes diabetes y debes usar insulina para que puedas vivir una vida dentro de lo posible estable, cuando el cerebro se enferma también es necesario tomar algún medicamento que ayude a tu cerebro a funcionar como debe funcionar.


El tema es que cuando de enfermedad mental se trata, empiezas a encontrar comentarios como: no te tomes esas pastas que te vas a volver dependiente, pero si eres una hija de Dios ¿dónde está tu fé?, una hija de Dios no puede sufrir de depresión, hay otros que incluso atribuyen la depresión a un demonio que posee a la persona.

Y aquí quiero hablarle a todas esas personas que alguna vez han dicho cosas como estas, por favor hagan silencio, sus palabras no sirven de nada, uds no se imaginan todo lo que una persona tuvo que atravesar (sus propios miedos, pensamientos, situaciones) para decidir pedir ayuda, saber que hay un medicamento que la puede ayudar como para que alguien venga a decirle que se va a volver dependiente…. Si hablaramos de una persona diabética a la cual le dijéramos, oye no te vas poner la insulina todos los días porque te vuelves dependiente, y esta persona no hace su tratamiento, que pasaría?..... puede morir!!!!!!!!! Creo que una persona que tiene diabetes no se pone a pensar si se va a volver dependiente de la insulina, porque la verdad es que va a tener que usarla por el resto de su vida, porque su cuerpo lo necesita, es así de simple, o tampoco pensaría un hij@ de Dios no puede sufrir de diabetes….. no verdad?


Lo mismo sucede con una persona que ha sido diagnosticada con una enfermad edad mental, necesita tener un tratamiento, se necesita un medicamento para que su cerebro funcione como funcionaba antes, la diferencia es que por el tabú de este tema, la persona si pone en duda si tomar o no el medicamento, por la cantidad de estupideces que dice la gente que no tiene ni idea que es tener depresión o cualquier otra enfermedad mental, y al igual que el diabético, al no hacer su tratamiento, pone en riesgo su vida y puede morir.


Cuando fui diagnosticada, muchas pero muchas personas me dijeron que no hiciera el tratamiento, pero por primera vez en mi vida, pensé en mi y no las escuche, asumí tomar el tratamiento y llevo dos años y seis meses tomando un medicamento que le ayuda a mi cerebro a recaptar la serotonina. Y esto no me hace más o menos hija de Dios, me hace valiente por reconocer mi debilidad, mi enfermedad y decidir cuidar de mi, para muchos la sanidad viene a través de la ciencia, a través de un medicamento que puede salvar vidas, así como lo hizo conmigo.


Tener una enfermedad mental no es un pecado y tampoco debería ser un tema del que nunca se habla ni en la sociedad ni en la iglesia. Normalicemos escuchar el dolor del otro, viralicemos la empatía, dejemos de callar al otro. Yo estoy completamente convencida que la enfermedad mental se puede evitar, se puede prevenir desde el autocuidado. ¡Y yo soy una voz que quiere hacer visible lo invisble!


Y si tú que me lees estás pasando por una situación similar, y no sabes si asumir o no tu tratamiento por enfermedad mental, te digo, piensa en ti…. Todas las personas que te dicen que no lo hagas no tienen idea que es vivir con un hueco en el estómago que no se va, no saben cuanta tristeza cargas, no saben que te quieres morir. Y esto puede sonar duro, pero es la verdad, ninguna de esas personas que juzgan, van a estar cuando atravieses una crisis, cuando el llanto no te deje dormir, cuando el sinsentido de la vida te consume…. Ninguna de ellas va a salvarte.


Pedir ayuda a tiempo puede marcar la diferencia, cuando yo lo hice, casi casi que ya era muy tarde, mi cuerpo se estaba autodestruyendo de dolor; y así fue como un terapeuta y un psiquiatra salvaron mi vida de la muerte. Ahí empezó mi proceso de sanar, de saber quién era, de encontrar pequeñas metas por las cuales levantarme todos los días, de encontrarme nuevamente con Dios en esta mi nueva vida, hoy ya no despierto decepcionada por no haber muerto en la noche anterior, hoy despierto agradecida porque aun hay mucho por hacer en este lado del cielo los años que Dios me permita, en mi jardín han brotado de nuevo flores de esperanza, amor y propósito, Dios ha reforestado mi corazón y mi alma… y me ha enseñado como reforestar el corazón y el alma de otros que como yo, también han sufrido mucho tiempo en silencio.


Y como ven, esto no ha sido de la noche a la mañana, pero un día inicié con un paso muy pequeño…. Pedí ayuda y la sigo pidiendo cada vez que la necesito, porque sanamos proceso a proceso. Gracias infinitas a los que en estos tres años me vieron en mi profunda desesperanza, gracias a todos los que me juzgaron porque me dieron una razón para hablar de este tema al que muchos le dan la espalda.

Si sabes que esto puede servirle alguien cercano a ti, compártelo!


Viralicemos la empatía

Dejémos de dar la espalda


Un abrazo,

Moni Alba

 
 
 

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