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Carta a un desconocido

  • Mónica Alba
  • 29 abr 2017
  • 2 Min. de lectura

Juzgar, que fácil es cuando sesgamos el panorama de la verdad, pero la cuestión es: quién tiene la verdad?, quien tiene la razón?... cada quien cree saber ,en su individualismo, que es cierto y que no basado en su percepción, la cual es el resultado de la construcción del yo interior que se ha formado desde muchísimo antes de nacer, estamos pre dispuesto a ver las cosas y las situaciones cotidianas con el filtro no solo de nuestras experiencias de vida sino también de las frustraciones, miedos, vacíos y expectativas de respuesta ante nuestras hipótesis de vida.

Así que es casi imposible que mi verdad sea la misma de aquel que está a mi lado, pues somos mundos diferentes, cada ser humano vive en constante transformación con una inclinación hacia la devoción, servicio y purificación o hacia la envidia y el egoísmo, por lo que hacer colisionar dos mundos en armonía tan solo puede ser un mero acto de intervención divina. Que oasis tan maravilloso sería este mundo, si esas coaliciones sucedieran a diario, cada segundo, con cada persona que se cruzara en nuestro camino, que afortunados seriamos de ser transformados por los actos sencillos de la existencia o más bien, que afortunados seriamos de tener el entendimiento que cada vez que tenemos un encuentro con alguien, tenemos la oportunidad de trascender, de dejar sembrada una semilla de vida en otros que cuando sea el tiempo correcto florecerá, llenando de aroma y vida un alma gris, un alma perdida.

Escribo esto con dolor en mi corazón, al ver tanta gente perdida, ciega, gente que muere sin estar en una tumba, truhanes de la vida, sepultureros de la alegría, ladrones de la esperanza, jueces con mazos más pesados que el iridio, peregrinos que tal vez no trasciendan el destino por su falta de entendimiento en cuanto a lo realmente divino, gente que se aferra a su moneda de cobre, cuando todos tenemos un cielo de oro prometido.

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