Una decision de vida o muerte
- Mónica Alba
- 24 sept 2016
- 4 Min. de lectura
Somos seres humanos: dudamos, sentimos miedo, desolación y siempre se nos olvida mirar al cielo cuando la tormenta nubla las ventanas de nuestro corazón, pues es Dios quien siempre tiene la última palabra de cada circunstancia en nuestras vidas.
Pues ahí estábamos Dani y yo, siendo simplemente seres humanos, tal vez como Tomás el discípulo de Jesús que dudó de él inclusive teniéndolo enfrente.
Las noticias no eran nada buenas, y teníamos la presión de tomar una decisión de vida o muerte en el menor tiempo posible. Sin embargo mi cerebro (calculador, lógico y un poco dado a la creación cinematográfica de películas de terror) empezó a imaginar cosas indecibles, inimaginables… la esperanza se había esfumado como las colitas de un diente de león cuando lo soplas.
Gracias a Dios en medio del caos de estar informando a todos nuestros familiares la situación, recibí en la clínica una visita de 5 minutos que cambió por completo mi forma de ver la adversidad hasta el día de hoy, ¿ no les ha sucedido que en momentos de profunda desesperación reciben una voz de aliento que transforma la más densa oscuridad en claridad?
Su nombre: Milena Román, Pastora de la iglesia Discípulos de Cristo Puente Aranda a la cual Dani y yo asistíamos desde Julio de 2016, sus palabras para mí, fueron directo al corazón:
-No es tiempo de rendirse, es tiempo de luchar y orar por la vida de tu esposo, tienes que ser valiente y muy guerrera, pero sobre todo orar a Dios, sólo Él puede darte la última palabra y cambiar el rumbo de cualquier pronóstico médico y en medio de su enseñanza me recordó este pasaje bíblico
Parábola de la viuda persistente
Cierto día, Jesús les contó una historia a sus discípulos para mostrarles que siempre debían orar y nunca darse por vencidos. «Había un juez en cierta ciudad —dijo—, que no tenía temor de Dios ni se preocupaba por la gente. Una viuda de esa ciudad acudía a él repetidas veces para decirle: “Hágame justicia en este conflicto con mi enemigo”. Durante un tiempo, el juez no le hizo caso, hasta que finalmente se dijo a sí mismo: “No temo a Dios ni me importa la gente, pero esta mujer me está volviendo loco. Me ocuparé de que reciba justicia, ¡porque me está agotando con sus constantes peticiones!”».
Entonces el Señor dijo: «Aprendan una lección de este juez injusto. Si hasta él dio un veredicto justo al final, ¿acaso no creen que Dios hará justicia a su pueblo escogido que clama a él día y noche? ¿Seguirá aplazando su respuesta? Les digo, ¡él pronto les hará justicia! Pero cuando el Hijo del Hombre regrese, ¿a cuántas personas con fe encontrará en la tierra?».
Lucas 18:1-8
Entendí en mi corazón que debía poner mi fé y confianza en Dios, sin importar lo que me dijeran no sólo los médicos sino también las personas que estaban a mi alrededor. Mis reservas de fé, ya no eran reservas, eran más altas que los montes Everest, más fuertes que cualquier tormenta. Ya no había duda en mi interior, pude sonreír…. Desde ese día todo cambió! Dios había convertido mi llanto en gozo, en esa paz que sobre pasa todo entendimiento. (no encuentro las palabras adecuadas para describir lo que pasaba en mi interior y cómo se reflejaba en mi exterior)
Esa semana del 24 al 30 de Septiembre, lo más difícil fue ver la tristeza, incredulidad y miedo de las personas que nos rodeaban , no sabía cómo “impregnarles” un poco de la paz que yo sentía, me decía a mi misma y a Dios: como quisiera que todos ellos pudieran confiar en Ti como Dani y yo lo hacemos.
Entonces supe, que Dios no nos había escogido para esta batalla con el fin no de llorar y lamentarnos, sino para conocerlo más a Él y hacer que muchos pudieran verlo a través de nosotros, así que no era una prueba, era simplemente un privilegio. Obviamente ¿quién quiere sufrir? Nadie!, pero nuestro maestro también lo dijo:
«¡Padre mío! Si es posible, que pase de mí esta copa de sufrimiento. Sin embargo, quiero que se haga tu voluntad, no la mía».
Mateo 26:39
Sin el miedo paralizante de por medio, Dani aceptó someterse al proceso quirúrgico, el cual fue programado para el viernes 30 de Septiembre. Mientras se llegaba ese día, recibimos muchas visitas, sin embargo los horarios seguían siendo muy restrictivos, si podía verlo en el día 1 hora, era mucho!, entonces aprovechábamos esos pocos minutos leyendo la biblia, alimentando nuestro espíritu de fé para trasmitirlo a cuantas personas fueran a vernos a la clínica. También hubo momentos de risas, de llanto, de juegos, de conversaciones… finalmente aunque no pudiéramos estar mucho tiempo juntos, el lazo que nos unía era mucho más fuerte que la distancia, era ese cordón de tres dobleces que no se rompe.
La seguridad que se necesita para tomar una decisión “difícil” viene directamente de la voz de Dios, y cuando logras escucharla en tu corazón, ya no es una decisión difícil… simplemente se convierte en una certeza inamovible, en fé que mueve montañas.

Familia de Dani en la clínica

sacándole risas a la vida

Angie una de las fisioterapeutas de Dani en cuidados intermedios, alias "la mona"
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